“De pronto, todo resulta claro: el mundo se está quedando sin agua dulce. La humanidad contamina, malgasta y agota la fuente de la vida a un ritmo alarmante. Cada día que pasa, se agranda más la brecha entre nuestras exigencias de agua dulce y las cantidades concretas de que realmente disponemos y, como consecuencia, son más los miles de personas que se colocan en situación de riesgo. Ya en este momento, el impacto social, político y económico de la escasez de agua se está convirtiendo rápidamente en una fuerza desestabilizadora. Para decirlo sin rodeos, si no cambiamos drásticamente nuestro comportamiento en esta materia, entre la mitad y las dos terceras partes de la humanidad tendrán que enfrentarse a una grave escasez de agua dulce durante los próximos veinticinco años”.
Empresas gigantes fuerzan a los países en vías de desarrollo a privatizar sus suministros de agua para lucrarse. Los inversores de Wall Street tienen como objetivo la desalinización y la exportación masiva de agua. Gobiernos corruptos usan el agua para obtener beneficios económicos y políticos. El control militar del agua aparece, al igual que un nuevo mapa geopolítico y de estructuras de poder, preparando la escena para guerras mundiales por el agua.
En el futuro las guerras no se librarán por el petróleo, sino por algo mucho más básico y necesario para la vida: el agua. Gigantes corporativos, inversores privados y gobiernos corruptos compiten ya hoy por el control de nuestros suministros de agua fresca que cada vez son más escasos.