27 de diciembre de 2019
21 de diciembre de 2019
VIVIR SIN MÓVIL
Explicar hoy en día por qué no
tener móvil es complicado. Cuando dices que no tienes móvil la gente se
sorprende mucho. No obstante, pese a la incredulidad inicial, la conversación suele
tornarse en un cumplido a tu capacidad para vivir sin móvil, seguida de, por
cómo lo veo yo, un desahogo sobre todos sus inconvenientes. Me convierten en
seguida en su confesora, “reconozco que paso demasiado tiempo utilizando el
móvil”.
Te digo que a veces tengo la
sensación de que optar por no tenerlo carece de sentido y, cinco segundos
después, tiene todo el sentido del mundo. Y eso me fascina.
Ahora seguramente ocurrirá antes
pero, en mi época de instituto, mis compañerxs de clase empezaban a tener móvil
en segundo o tercero de la E.S.O., y los motivos para no tenerlo eran, o la
negativa de tus padres o no podértelo permitir. Y, en mi caso, mis padres no me
lo hubieran impedido si yo me lo pagaba y me responsabilizaba. No me interesó.
Para ver a mis amigos no lo necesitaba y, sinceramente, creo que no existía
otra excusa en aquel entonces para comprármelo. La primera vez que viajé sola
al extranjero, 13 años tendría, mis padres me hicieron llevar móvil simplemente
para que les llamara para decirles que estaba sana y salva. Como era táctil y
yo no entendía eso de bloquear la pantalla, al llevarlo en el bolsillo, de
alguna manera se me agotaron los intentos para meter el PIN, y el PUK no me lo había apuntado, así que
guardé dicho móvil en la maleta y no lo utilicé en todo el viaje. Por suerte,
mis padres comprendieron que si me pasaba algo alguien les avisaría y no me
dijeron nada al respecto. También es verdad que nunca más me obligaron a
llevarlo.
Me ha marcado, evidentemente, el
estilo de vida que mis padres han elegido, vivir con menos para vivir más
plenamente. Dar más importancia al ser que al tener. Nunca hubo demasiada tecnología
en mi casa. La primera televisión que tuvimos era de 14’’ y duró pocos años en
un rincón del salón. Fue sustituida por otra televisión más moderna y grande,
pero el mando desapareció “misteriosamente” un día (gracias mamá) y nunca nos
molestamos en buscarlo. Así pues, entre lo que me marcó mi infancia, lo
conectada que me he sentido siempre con la naturaleza y lo más primitivo del
ser humano, mi pasión por el conocimiento y mi curiosidad incombustible, entre
otros muchos factores interaccionando y evolucionando, he crecido en conflicto
permanente con la tecnología. “No es la
tecnología, no es la ciencia, son las personas”. Gracias por la aclaración,
trato de tenerlo presente. Me parece alucinante todo lo que han avanzado la
ciencia y la tecnología, me maravilla cualquier aparato inventado por el ser
humano y admiro a aquellxs que los idearon. Cómo no voy a quedarme con la boca
abierta viendo el motor de un coche, cómo quedarme indiferente pensando en la
Estación Espacial Internacional flotando en el espacio, cómo ignorar que la
radio suena y que metes al microondas una masa de harina, agua, levadura y
aceite con tomate y queso por encima y sale una pizza. Veo inevitable que
paremos esto y, además, no quiero que pare. Quiero ver un coche volar como en Regreso al futuro y quiero ver a alguien
paseando por Marte. Pero me preocupa cómo orientamos a veces este potencial. No
sé dónde está el equilibrio y, además, muchas veces aparto tales pensamientos
de mi cabeza para no chocarme con una respuesta que no me guste. Creo que nunca
voy a tener claro qué pensar. Con esto, que realmente es un debate muy amplio
que no puedo resumir de forma tan simple, sólo quería remarcar que los móviles,
en sí mismos, me resultan increíbles.
Como ocurre a todo el mundo, a
medida que he crecido, mis preocupaciones, intereses, motivaciones e incluso mi
propia personalidad, han ido evolucionando. No puedo dar la misma respuesta a
ciertas preguntas ahora que con 15 años. Cada vez me siento más presionada para
tener un móvil. Qué sensación más desagradable. Puedo seguir diciendo que “no
lo necesito” porque en esencia, es la pura verdad. No lo necesito para ser yo
misma, para crecer como persona, para hacer las cosas que me hacen sentir bien.
Sin embargo, este mundo que creamos entre todos con nuestros actos día a día,
cada vez se vuelve más intolerable desde esta perspectiva de la “no-necesidad”.
Estamos construyendo un mundo de prisas e inmediatez, de acumular mucho “por si”,
en el que el privilegio de elegir entre tener o no tener móvil va a ser cada
vez más escaso. Ya no se trata de ser y vivir, se trata de ser y vivir de
determinada forma. Qué identificada me
siento con esa viñeta de Mafalda en la que dice: “Paren el mundo, que me quiero bajar”. Tienes que hacer un análisis
íntegro si quieres llegar a algún lado. El problema, desde mi perspectiva,
radica en todo un sistema de valores y en el estilo de vida que queremos hacer
global. Tal y como lo veo, el móvil es una herramienta perfecta en el nuevo
orden mundial. Por eso me cuesta tanto explicar a los demás mi punto de vista,
porque las respuestas que nos sirven de verdad son las que conectan con nuestra
visión de las cosas o, simplemente, las que nos hacen sentir. Así, para que
todos los inconvenientes que cualquier persona es capaz de encontrar en un
móvil le sirvieran para tirarlo por la ventana, haría falta que, antes, esa
persona se hubiera replanteado muchos otros factores de su estilo de vida y,
por ende, de su escala de valores, y los quisiera cambiar. Yo no digo que
muchas personas que tienen móvil no hagan esto, de hecho, conozco mucha gente
que vive de una manera mucho más coherente y consciente que yo y que tiene
móvil. Y ahí quería llegar. El móvil no es lo peor. Pero, entre todas las
batallas que quiero emprender, no tener móvil es una de las que puedo luchar. Yo
apuesto por el decrecimiento como estilo de vida y, no tener móvil, al igual que
no tener televisión o veinte mil camisetas, forman parte de ello. Considero que
es lo más coherente por respeto al planeta y los que no tienen nada. Y no menos
importante es la libertad que me da el vivir con poco, de invertir lo poco que
tengo en otras cosas que me motivan más o, simplemente, de trabajar menos por
necesitar menos.
Quiero reivindicar el observar.
¿Cuánta vida pasa por delante mientras, absortas, miramos la pantalla? Me
entristece un poco ver todo eso que pasa desapercibido por no mirar, todo eso
que no pervivirá en la memoria colectiva de la humanidad porque nadie lo
observó. Me entristecen las miradas que nunca se cruzaron, lo que nos perdimos
de alguien. Y me provoca la risa las caídas, choques contra gente, papeleras,
farolas, que he presenciado por ir enfrascados en el móvil; eso se lo tengo que
agradecer. Pero, seriamente, observar es esencial para comprender lo que nos
rodea. “Pero a través del móvil también observamos
lo que pasa en el mundo, incluso lo que pasa más allá de nuestro entorno”. Bueno,
sí, nos podemos enterar de muchas cosas, pero, a ver, toda esa “información”,
¿qué vamos a hacer con ella? Porque, a mi entender, todo lo que leemos pasa por
el filtro siempre subjetivo del que escribe, y lo que vemos en imágenes no nos
permite percibir lo que los demás sentidos aportan al sentido de la vista. Y,
además, de qué sirve enterarse de tantas cosas que ocurren a miles de
kilómetros si vamos por la calle aislados de lo que nos rodea. Demasiada información
como para procesarla correctamente. Por supuesto, no digo que no haya que
informarse de lo que pasa en el mundo. Claro que yo digo esto como si lo que
nos mantiene pegados a la pantalla nos aportara realmente algo que valga la
pena.
Me suelen preguntar mucho que,
sin móvil, cómo me comunico con los demás. Esta pregunta tiene trampa, porque
quien pregunta, pone las reglas del juego, así que yo suelo responder de broma
que no me comunico, que vivo en un árbol y no tengo amigos. La trampa radica en
que, tal y como se plantea, parece que el móvil es el medio de comunicación
esencial y eso es, permítanme la rotundidad, falso. Me corrijo. Ya no es tan falso,
puede ser que si se esté convirtiendo en eso. Mucha comunicación vacía, me
parece. Se deja en segundo plano la introspección y el contacto real,
sustituidos por una comunicación lejana y constante. Personalmente, no necesito
estar permanentemente en contacto con alguien para quererle más. Si pasa algo
importante y que no puede esperar, de alguna manera nos enteramos fijo, y lo
demás, para cuando nos veamos. No poder esperar a hablar con alguien y saber
inmediatamente todo lo que les pasa a familiares, amigxs, conocidxs, etc es
algo que no me pasa y que prefiero no seguir sintiendo. Reconozco que yo soy injusta
a veces, no viendo que, eso que para mí es normal, para los demás puede ser
falta de interés. Por eso, me siento agradecida de lo comprensivxs y pacientes que
son mis amigxs (y por las molestias que se toman al llamarme a casa o enviar un
correo, que es mucho más incómodo que enviar un Whatsapp). Parece que cambio de
tema, pero no. Hablemos de viajar. Viajar es algo muy corriente en estos
tiempos (hablo de la cultura occidental en la que vivo) y, al viajar puedes
hacer amigxs. Si quieres mantenerlxs, el factor verte en persona falla un poco.
Pero aun así, siempre existe la manera. Este es un claro y sencillo ejemplo de
cómo todo está relacionado. Por otro lado, me gusta desaparecer. Desaparecer
implica que nadie sepa dónde estás y lo que haces si no quieres. Esa necesidad
de estar permanentemente localizable me chirría. Dejando a un lado la
comunicación con mis amistades y familia, lo siento pero lo que desayuna no sé
qué persona o cómo se viste, no me importa lo más mínimo.
Por relajar un poco el ambiente,
hablemos brevemente de romanticismo. Me gusta dejar notitas si quiero decirle
algo a alguien que no sé si voy a ver en mucho tiempo. Recibir una carta del
puño y letra de una persona es especial, lo he vivido y ojalá eso siga vivo. Y
estar ante un paisaje espectacular: la niebla húmeda y misteriosa con la que
abre un nuevo día, la montaña inmensa y salvaje teñida por los últimos rayos de
sol, el río ruidoso e implacable entre rocas y árboles, y pararte, respirar
profundo, aprovechar ese regalo sensorial el tiempo que dure, porque no hay
foto o vídeo que lo pueda capturar, que merezca perderte las emociones reales
que estás sintiendo en ese preciso instante. También diré que me encantan la
fotografía y los documentales, y me han emocionado también. Aprovecho para recomendar una película-documental, así como su banda sonora y al músico que la compuso (Pablo Díaz Fanjul): 100 días de soledad
Ya sabes, amiga mía, que si llego
tarde no puedo avisar. Me sé de memoria las pinturas rupestres de ciertos
baños. Perdonadme personas a las que he podido incomodar por observarlas más
tiempo del que parece ser correcto, no tenía nada mejor que hacer, y me encantó
observaros. A algunxs, no era una excusa cuando me pedisteis mi teléfono y os
dije que no tenía. Lo siento por todos esos libros que no serán leídos en el
bus. Agradezco a todxs lxs que me dijeron amablemente la hora a lo largo de mi
vida o que me ayudaron a llegar a mi destino, a lxs que se molestaron en
avisarme de cierto evento del que, si no, no me hubiera enterado, me enviaron las
posibles preguntas de un examen por correo sabiendo que no estaba en el grupo
de Whatsapp o me enseñaron esa foto tan graciosa de la que todo el mundo habla.
Leí en algún sitio una expresión
que me pareció perfecta en su sencillez: “es
necesario vivir más lento y mirar más cerca”.
También hay sombras. Recuerdo una
época, cuando era algo más joven, que me avergonzaba admitir en determinados
ambientes o situaciones concretas el hecho de no tener móvil. Eso ya lo he
superado. También a menudo pienso en todas las aplicaciones que me parecen realmente útiles para diversos temas y, si es posible, me las instalo en el portátil para aprender a utilizarlas y descartarlas si al final no son lo que esperaba. Y todos los días me dejo llevar por la idea de que es la persona la que controla a la máquina y no al revés. Por otro lado, aunque me considero una persona solitaria, desapegada,
resolutiva y contenta de vivir sin móvil, a veces, he pensado en la cantidad de
cosas que me facilitaría tenerlo. Son esos momentos en los que, como decía al
principio, no tenerlo carece de sentido. Siendo tan introvertida como soy y
torpe para las relaciones sociales, ¿no estaría más conectada con los demás?, ¿no
sería más fácil conocer gente nueva?, ¿o enamorarme incluso? Qué fácil sería
enterarse de la fecha de un examen u organizar un viaje. Pasan rápido estos
instantes, me río de mi misma. Creo que a mí no me serviría. Me aislaría más con
la idea de estar más cerca de los demás. Pienso en todas las personas que he
conocido, con las que he pasado más o menos tiempo, a aquellas con las que
disfruté pero nunca volví a ver, en mis amigxs, que son tan bellas personas. Pienso
en todas las situaciones en las que me vi sola y perdida en un lugar
desconocido y en las que me busqué la vida para arreglarlo. Con móvil no
hubiera aprendido ciertas cosas.
Y ya que estamos quiero mostrar
mi enfado. Me quejo de esos servicios que ya solo se pueden gestionar a través
de internet y dando tu número de móvil, de esas cabinas telefónicas que no
funcionan o simplemente desaparecieron (¿alguien se dio cuenta?). Me quejo de
la dificultad de encontrar trabajo sin móvil, del tiempo que perdí un día
porque en cierta tienda no sabían cómo hacerme socia si no daba mi número de
móvil. Reivindico el derecho a optar por vivir sin móvil y que eso no te impida
hacer algo.
Realmente me cuesta encontrar las
palabras óptimas para describir cómo es vivir sin móvil en el siglo XXI con
veititantos años, así que espero haberme expresado lo mejor posible. A mí me ha
servido mucho este ejercicio de reflexión. Puesto que nunca he tenido móvil no
sé comparar vivir con él a vivir sin él, y para mí la vida fluye más o menos igual
que la del resto del mundo, es lo normal. Sin embargo, inevitablemente he
tenido que construir toda una argumentación en torno al tema. A veces, la
respuesta más sincera a ¿por qué no tienes móvil?, “porque no lo necesito”, parece ser insuficiente. Aun así no
escribo esto para justificarme, porque confío en que nadie me está juzgando. ESCRIBO
PARA NO OLVIDAR LO QUE PIENSO Y SIENTO.
13 de noviembre de 2019
DIVULGACIÓN: HUERTA MOLINILLO: Lanzamos Crowdfunding, aseguramos el futuro
HUERTA MOLINILLO: Lanzamos Crowdfunding, aseguramos el futuro: Desde Huerta Molinillo tenemos una importante NOTICIA que compartir con vosotros. Llevamos casi seis años de andadura. Muchos de vosot...
19 de septiembre de 2019
Escudo vikingo casero
Brothers will fight
and kill each other,
sisters' children
will defile kinship.
It is harsh in the world,
whoredom rife
—an axe age, a sword age
—shields are riven—
a wind age, a wolf age—
before the world goes headlong.
No man will have
mercy on another.
Descripción del Ragnarök, Völuspá (c. 901 - 1000), traducido por Ursula Dronke en The Poetic Edda : Volume II : Mythological Poems (1997)
Then is fulfilled Hlín's
second sorrow,
when Óðinn goes
to fight with the Wolf,
and Beli's slayer,
bright, against Surtr
Then shall Frigg's
sweet friend fall.
Muerte de Odin en el Ragnarök, Völuspá, stanza 40, (c. 901 - 1000), traducido por Ursula Dronke en The Poetic Edda : Volume II : Mythological Poems (1997)
El Ragnarök es uno de los mitos nórdicos más importantes. Narra la batalla que destruirá el cosmos y que tendrá lugar entre los dioses Asgardianos (Æsir), ayudados por los Einherjar (espíritus de los mejores guerreros caídos de Midgard -la Tierra- y que esperan en el Valhalla a que Odín los llame a la batalla) y las Valkirias (guerreras lideradas por Freyja -diosa del amor, la belleza y la fertilidad-, que elegían a los caídos en batalla que irían al Valhalla), y los gigantes de Jotun y Muspell, apoyados por las huestes de Hel (el reino de los muertos).
Odín será devorado por el gran lobo Fenrir -hijo de Loki-, que a su vez será asesinado por el hijo de Odín, Víðarr.
Cuando me puse a buscar por Internet cómo hacer un escudo vikingo me encontraba con dos alternativas, el típico escudo casero que parece exactamente lo que es, es decir, un escudo de mentira, y el escudo profesional, para cuya elaboración necesitas un taller, un tipo barbudo que sepa de todo, bastante dinero y tiempo y la inspiración de Bálder. Yo no quería lo primero y no me podía permitir lo segundo, así que busqué una vía intermedia. El dibujo no es un dragón, hace referencia a Fenrir.
A continuación, la lista de materiales que empleé, accesibles a prácticamente cualquier persona.
Materiales
- Tabla machihembrada (8 mm) de pino o abeto
- Bol
- Manilla ventana aluminio (reciclado)
- Goma E.V.A.
- Polipiel (opcional)
- Sika
- Lápiz, cuerda y chincheta (para fabricar un compás del tamaño deseado)
- Barniz madera para exteriores
- Pintura (esmalte sintético)
- Disolvente universal
- Spray color aluminio
- Cinta aislante
- Chinchetas
- Sierra de calar
- Atornillador
- Brochas/pinceles
- Tornillos
- Arandelas
Dada la sencillez del escudo (ver las imágenes), considero que no hace falta explicar el proceso de elaboración.
Inspirado en: https://youtu.be/O2XMr9_PvaI
En otoño me voy a meter con un nuevo modelo de escudo, más elaborado. Tengo la intención de que sea capaz de resistir unos buenos hachazos.
14 de agosto de 2019
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